domingo, 5 de octubre de 2014

ORIGEN DEL SISTEMA SOLAR

Hace cinco giga-años el Sistema Solar no existía. Existía una nube de gas y polvo, restos de la explosión de estrellas que habían estallado algún tiempo antes en forma de Supernovas.
En esos restos había ya cuerpos de diversos tamaños, pues los restos de una supernova no acaban todos hechos polvo, sino que quedan trozos de distintas partes de la estrella, la atmósfera, el manto y el núcleo, algunos de un tamaño apreciable.
Los planetas nacieron en la nube de polvo sobre estos fragmentos. La fuerza de gravedad que puede ejercer un cuerpo pequeño es demasiado escasa para atraer el polvo de su entorno, pero en la nube de polvo las partículas agitadas generaban electricidad estática y por medio de esa energía se empezó a unir el polvo a las semillas planetarias. La consistencia de esas primeras aglomeraciones es como la de una esponja, menos incluso, pero al adquirir un tamaño de unos doscientos o trescientos metros de radio empieza a actuar la gravedad y el planetesimal colapsa para formar una bola de polvo de unas decenas de metros. Su fuerza de gravedad atrae más polvo y crecen con el polvo que atrapan. Empieza una carrera por el crecimiento donde los más grandes atraen más polvo y crecen más rápido que los más pequeños. El más grande de todos, Alfa, no se formó en el centro, sino a mitad del camino entre el centro y el borde de la nube, pero conforme se fue haciendo cada vez más masivo hizo que todas las partículas de gas y polvo y los planetesimales más pequeños acabasen girando a su alrededor formando un primer esbozo del Sistema Solar, pero con su centro aún apagado.
La nube de polvo es plana, el mismo plano en el que orbita Beta. Los demás planetas grandes se van ajustando a ese mismo plano, pero los más pequeños a veces son desviados hacia los polos del sistema. Todos los planetas nacen en la misma nube de polvo y todos, incluido el protosol, tienen la misma composición.
Al principio son pequeñas rocas y polvo unidos por la fuerza de la gravedad, pero entre los materiales más pesados hay muchos radiactivos que generan calor. La presión de las capas superiores también hace que el núcleo se caliente. El planeta sigue creciendo con más y más material, y todos los elementos están mezclados de forma homogénea.
Al alcanzar un tamaño determinado, el centro acaba fundiéndose y los elementos más pesados tienden a hundirse hacia el centro mientras que los más ligeros flotan sobre ellos. Primero un núcleo central de unos cien o doscientos metros de radio de los elementos más pesados que el Hierro, muchos de ellos radiactivos. Es un núcleo muy pequeño, pero es el que genera la mayor parte del calor del núcleo planetario.
Sobre este núcleo un manto de Hierro y Níquel, los metales más abundantes en el corazón de la supernova madre de la que nacieron nuestros elementos. Este manto metálico en la Tierra alcanza prácticamente la mitad del radio del planeta. Calentado por el núcleo radiactivo, el manto de Hierro y Níquel está fundido a muy alta temperatura.
Sobre este manto de Hierro y Níquel hay otro manto de rocas, silicatos y basaltos, también fundidos. Las rocas graníticas, más ligeras, quedan en la superficie. Sobre ellas una capa de gases, Oxígeno, Nitrógeno, compuestos como CO2, Vapor de Agua, Metano y muchos otros. Y sobre esta capa gaseosa el gas más abundante y ligero, el Hidrógeno. Alfa sigue siendo el planeta más grande, convertido en el centro del Sistema. Beta es el siguiente en tamaño. Los demás ocupan sus lugares en el mismo plano orbital que Beta, navegando todos a través de la nube de polvo y siguen creciendo.

Alfa alcanza un tamaño gigantesco, más del 99% de la masa total del Sistema. Su tamaño llega a ser tan grande que la presión en su núcleo es suficiente para provocar una reacción termonuclear. El Hidrógeno comienza a fusionarse en Helio. Nace el Sol.

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