Hace cinco giga-años el Sistema
Solar no existía. Existía una nube de gas y polvo, restos de la explosión de
estrellas que habían estallado algún tiempo antes en forma de Supernovas.
En esos restos había ya cuerpos
de diversos tamaños, pues los restos de una supernova no acaban todos hechos
polvo, sino que quedan trozos de distintas partes de la estrella, la atmósfera,
el manto y el núcleo, algunos de un tamaño apreciable.
Los planetas nacieron en la nube
de polvo sobre estos fragmentos. La fuerza de gravedad que puede ejercer un
cuerpo pequeño es demasiado escasa para atraer el polvo de su entorno, pero en
la nube de polvo las partículas agitadas generaban electricidad estática y por
medio de esa energía se empezó a unir el polvo a las semillas planetarias. La
consistencia de esas primeras aglomeraciones es como la de una esponja, menos
incluso, pero al adquirir un tamaño de unos doscientos o trescientos metros de
radio empieza a actuar la gravedad y el planetesimal colapsa para formar una
bola de polvo de unas decenas de metros. Su fuerza de gravedad atrae más polvo
y crecen con el polvo que atrapan. Empieza una carrera por el crecimiento donde
los más grandes atraen más polvo y crecen más rápido que los más pequeños. El
más grande de todos, Alfa, no se formó en el centro, sino a mitad del camino
entre el centro y el borde de la nube, pero conforme se fue haciendo cada vez
más masivo hizo que todas las partículas de gas y polvo y los planetesimales
más pequeños acabasen girando a su alrededor formando un primer esbozo del
Sistema Solar, pero con su centro aún apagado.
La nube de polvo es plana, el
mismo plano en el que orbita Beta. Los demás planetas grandes se van ajustando
a ese mismo plano, pero los más pequeños a veces son desviados hacia los polos
del sistema. Todos los planetas nacen en la misma nube de polvo y todos,
incluido el protosol, tienen la misma composición.
Al principio son pequeñas rocas y
polvo unidos por la fuerza de la gravedad, pero entre los materiales más pesados
hay muchos radiactivos que generan calor. La presión de las capas superiores
también hace que el núcleo se caliente. El planeta sigue creciendo con más y
más material, y todos los elementos están mezclados de forma homogénea.
Al alcanzar un tamaño determinado,
el centro acaba fundiéndose y los elementos más pesados tienden a hundirse
hacia el centro mientras que los más ligeros flotan sobre ellos. Primero un
núcleo central de unos cien o doscientos metros de radio de los elementos más
pesados que el Hierro, muchos de ellos radiactivos. Es un núcleo muy pequeño,
pero es el que genera la mayor parte del calor del núcleo planetario.
Sobre este núcleo un manto de
Hierro y Níquel, los metales más abundantes en el corazón de la supernova madre
de la que nacieron nuestros elementos. Este manto metálico en la Tierra alcanza
prácticamente la mitad del radio del planeta. Calentado por el núcleo
radiactivo, el manto de Hierro y Níquel está fundido a muy alta temperatura.
Sobre este manto de Hierro y
Níquel hay otro manto de rocas, silicatos y basaltos, también fundidos. Las
rocas graníticas, más ligeras, quedan en la superficie. Sobre ellas una capa de
gases, Oxígeno, Nitrógeno, compuestos como CO2, Vapor de Agua, Metano y muchos
otros. Y sobre esta capa gaseosa el gas más abundante y ligero, el Hidrógeno.
Alfa sigue siendo el planeta más grande, convertido en el centro del Sistema.
Beta es el siguiente en tamaño. Los demás ocupan sus lugares en el mismo plano
orbital que Beta, navegando todos a través de la nube de polvo y siguen
creciendo.
Alfa alcanza un tamaño
gigantesco, más del 99% de la masa total del Sistema. Su tamaño llega a ser tan
grande que la presión en su núcleo es suficiente para provocar una reacción
termonuclear. El Hidrógeno comienza a fusionarse en Helio. Nace el Sol.
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